Y I, conj. copulativa, del lat. ĔT ‘también, aun’, ‘y’.

1.ª doc.: e, med. S. X, Glosas Emilianenses, 89; y, Cid, Berceo, Nebr., etc.

La forma e predomina ampliamente en el Cid, Berceo y en toda la Edad Media, cualquiera que sea la vocal siguiente. Ya se encuentra sin embargo algún caso suelto de y, con frecuencia escrito hi o i, en el Cid (ed. M. P., p. 296.33), Berceo (Mil., 33a), Apol., J. Manuel, J. Ruiz, etc.; la forma moderna tiende a predominar desde el S. XV (e junto a y en APal. 55d, y en 199b, etc.; Nebr.: «e o i, conj.: et, que, atque; i, conj.: et...»), y aunque algún autor temprano de princ. S. XVI se empeña en seguir empleando la forma antigua (como Fz. de Oviedo), en este siglo puede decirse que el uso moderno se impone en todas partes. Por lo demás, aunque ya Cervantes y otros clásicos practican el uso eufónico de e ante voz en i- inicial, algunos en el S. XVII escriben y en todos los casos: «ciega y inadvertida» en Calderón, Alcalde de Zalamea (III, i, ed. Losada, p. 146), «asombrada y inquieta» en el Mágico prodigioso del mismo (III, vi, p. 229), etc.

Es fácil explicarse el cambio fonético de ĔT en y. Según Navarro Tomás esta conjunción no es enteramente átona en España (RFE XII, 365), y así se explica que alguna vez aparezca una forma diptongada ie, bastante usual en textos leoneses y en la Disputa del Alma y el Cuerpo (los qüendes ie los res, v. 30). Así como MĔUS pasando por *mieo llegó pronto a mío, y DĔUS a díos > diós, no sería extraño que ie se redujera a i ante vocal; así Cuervo, nota 149 a la Gram. de Bello. Por otra parte la forma e predominante en la Edad Media (a veces escrita et por resabio gráfico latino, pero la -t no se pronunció nunca), prueba que el vocablo era sobre todo proclítico en la pronunciación medieval, lo que fué causa de que no diptongara, y esta e ante vocal había de tener tendencia a cambiarse en i, lo mismo que CREARE > criar y análogos. El hecho es que el catalán, que no diptongó nunca, también sustituyó su e antigua por i, con carácter general desde h. 1500, pero no son raros los ejs. desde los albores del idioma literario (Crónica de Jaime I, 16.4; Questa del Sant Graal, BDLC VIII, 169; Eiximenis, Llibre de les Dones, ed. 1495, p. xixb; Filla de Costantí, N. Cl., 62, 75; Breviloqui de J. de Gal·les, N. Cl., 50.2 y passim; carta particular de 1469, N. Cl. IX, 128 y ss.). Indudablemente contribuyó mucho la debilidad de la articulación de las vocales átonas, que favorecía el cierre. En gallego se conserva e, pero se dice i cuando sigue una palabra con e- átona inicial (práctica sistemática en Castelao, que presenta analogía con lo que se observa en algunos textos medievales del catalán y del castellano). El portugués mantiene e hasta hoy con carácter general, por lo menos en el terreno de la grafía (lo demás corresponde a la gramática, no al diccionario).

La desaparición de la -T de ET fué temprana en todos los romances, pero quedan algunas huellas de la misma en los casos en que sigue palabra de inicial vocálica: el italiano clásico emplea entonces ed con carácter sistemático, y algo de esto debió de existir en aragonés antiguo, vid. M. P., Oríg.2, p. 396.

En cuanto a los usos de nuestra conjunción, éste es asunto que pertenece a la gramática y no al diccionario; vid. Pietsch, Homen. a M. P. I, 33-38; Krüger, RFE IX, 184-5; Jensen, ASNSL CLV, 59-66; Bello, Gram., ed. 1936, § 1285; Gillet, Spanish Play on the Batlle of Pavia, p. 529; Arriaga, Lexicón Bilbaíno s. v. A los ejs. de la llamada y exclamativa o admirativa, pueden agregarse: «¡Víctor, víctor, y el grande Andrés!», «¿Y sabes tú leer, hija?» La Gitanilla, Cl. C., 75, 21; «Santa María, y valme», «y cuándo será el día... donde yo te vea hablar sin refranes» Quijote II, xiv, Cl. C. V, 267; II, xxxiv, VI, 312; igual en portugués: Don Denís, vv. 653, 693. En la Arg. hay usos notables: a menudo (por lo común seguida de puntos suspensivos) inicia una respuesta enfática, sobre todo cuando se quiere llamar la atención sobre el carácter obvio de la misma: «¿No se puede enderezar? ―No, señor; no siento la pierna. ―Y... mejor no moverse» Guiraldes (D. S. Sombra, ed. Espasa, p. 191), «¿Qu’es lo que querís que haya oído, hijo? ―¡Y el canto po, mama!» A. Córdoba (La Prensa, 9-VI-1940), comp. en Lope «G.: ¿Tanta gente? H.: E pocos son» (Pedro Carbonero, v. 1314). Hay también en Arg., Colombia y otros países sudamericanos un y interrogativo, empleado solo, a fin de sustituir enfáticamente toda una pregunta, que ya ha de esperar el interrogado (dos amigos se encuentran por la calle después de algo que les ha interesado, y el que se cree menos enterado inquiere lacónicamente: «¿ý...?»).